sábado, agosto 18, 2007

PELOS Y MAS PELOS

No acostumbro a "copi-pastear" articulos, pero este me pareció tan bueno y que ademas pone en debate algo que siempre llega a las conversaciones con mis amigos que, aqui hay 2 posiciones dispares. Cuanto tiempo mas el ser humano estará en desacuerdo con su propia naturaleza?

A favor

La cosa se puso peluda

Defensa hecha por el distinguido periodista Daniel Samper Pizano

El problema del pelo es biológico -sí lo sabré yo-, pero también es cultural. Durante siglos el ser humano ha enviado múltiples mensajes a través del pelo. No podía ser de otra manera, porque antes que nada el hombre es un animal, y los animales utilizan pelo y plumas con diversas funciones. El pavo real despliega su plumaje para enamorar a la hembra, y el gato se encorva y eriza para dar la impresión a su enemigo de que es más grande y más peligroso de lo que en realidad resulta. A lo largo de la historia el hombre ha suprimido o agregado pelo a su propio cuerpo, según el clima y la señal que pretenda enviar a sus semejantes. Durante siglos, la barba significó respetabilidad. Por eso a Dios aún se lo pinta barbudo y de larga melena. Los misioneros españoles que acudían a conquistar pueblos medio imberbes, como los nativos de América, se esmeraban en dejarse crecer luenga barba para impresionar a sus víctimas. En cambio, los nativos evitan cortarse el pelo porque les parece contra natura. Lo hicieron los motilones, y originaron todo un verbo: motilar. Por eso dice Rafael Escalona en "El pobre Migue": Dice que tiene barba, como un padre, que tiene mucho pelo, como un indio.Las condiciones climáticas también influyen en el corte de pelo. Los egipcios, sometidos a calores pavorosos, se rapaban; los vikingos, gente de tierra fría, criaban barba de varias décadas. Cuando faltaba pelo, las pelucas lo proporcionaban, como en la corte de los Luises; por eso los revolucionarios franceses, al reaccionar contra la monarquía, no sólo cortaban pelucas, sino cabezas. Y cuando sobra pelo, como en los ejércitos modernos, se lo arrebatan a la fuerza a los reclutas. En este caso no es sólo un problema de estética, sino de higiene: cabello ralo no cultiva piojo.Por ser un problema cultural, la longitud del pelo es asunto que pertenece al mundo tornadizo de la moda. A veces se considera signo de belleza el poco pelo (años cincuenta) y a veces se toma por hermoso el pelo largo (años sesenta). No sólo es cuestión que cambie con los tiempos. También muda de una frontera a otra. ¿Por qué las italianas no se afeitan las axilas, gesto guácala que en América consideramos -nunca mejor dicho- espeluznante? ¿Y por qué inglesas y españolas sí? ¿Cuál es la razón por la que en Rumania es bien visto el bozo femenino, mientras que las francesas se lo desprenden hasta con pólvora? Como se ve, la Unión Europea no es tan unida en cuestión capilar.El tercer milenio está planteando en esta materia una revolución que nos trastorna a sociólogos y pilósofos. Es una revolución que se sintetiza con dos miserables letras: el reemplazo de una "v" por una "b" y la supresión de una "l". En efecto, lo que hasta hace poco fue el vello púbico recibe ahora tratamiento de bello público. Con esto último quiero decir que se ha perdido el recato de esta zona donde crece lo que los poetas llamaban "el terciopelo del amor" o "la sombra aprisionada". Muchas señoras, quizás para evitar los espectáculos tipo Horacio Serpa en los bikinis, se rasuran abajo, e incluso hay centros de depilación especializados en convertir "la noble umbría del monte de Venus" (así también la han llamado) en precarios diseños que imitan un frenazo de bicicleta o una patilla de las que usaban los próceres de la Independencia: piensen ustedes en la drástica columna de pelos que descendía por la mejilla de Bolívar, trasládenla a la entrepierna de una dama, y entenderán lo que quiero expresar.Sé que es una cosa cultural, pero confieso que me cuesta trabajo acostumbrarme a esa escasez de vello trazada con tiralíneas que hoy se estila. Prefiero el simpático alboroto de otros tiempos, cuando más con un par de tijeretazos laterales para meter las cosas en cintura. En lo demás concuerdo: sabia y eficaz depilación de femeninos labios, mentones, piernas, axilas, abdómenes (sí: abdómenes) y pechos (sí: ¡pechos!). Ahora bien: por ningún motivo, con ninguna disculpa y en ninguna circunstancia acepto la horrible afeitada total inferior de infantil aspecto que exhiben cier- tas revistas femeninas y que no es más que inconsciente invitación a la pederastia.En cuanto a los hombres, cuando me propusieron un plan metrosexual de depilación de pecho y pubis, respondí lo que hoy reitero a gritos sobre semejante tema: ¡cómo se les ocurre que voy a quitarme aquello que me costó tanto trabajo y tanta ilusión para que creciera!

En contra

Sin pelos en la lengua

Acusación hecha por el joven periodista de C, Julian Isaza.

La mala noticia del pelo, de ese que crece como vergel en zonas pudendas, es que simplemente es horroroso, la buena es que se puede cortar. Lo digo desde el principio: odio las capilaridades que se acomodan entre las piernas, esos pelos gruesos y groseros que se levantan rizados y en multitudes como barbas de corsario, porque remiten a épocas menos asépticas y más enredadas, porque niegan las virtudes de lo contemporáneo, porque se disponen como odiosas hojas de parra y porque, sencillamente, son un verdadero obstáculo para los afectos orales. Concedo que la depilación es capricho de los mandatos estéticos modernos, pero también afirmo, sin temor, que es un capricho útil, pues es un asunto de higiene y comodidad. Higiene, porque es bien sabido que el vello es un auténtico guardián y un excepcional banco de aromas, cuando no de fluidos. Comodidad, porque simplemente lo que se alarga, se enreda y lo que se enreda, se atraganta y, por supuesto, lo que se atraganta produce la consecuente arcada y nadie quiere que el compañero/a termine con un ojo aguado, cuando su única intención era proferir algo de diversión. Los pelos son egoístas y desagradecidos. Las bastas capilaridades horrorizan, porque cuando uno se enfrenta a ellas es igual a sumergirse en una laguna de aguas turbias: nunca se sabe qué hay debajo y, menos, qué carajos (aunque sería preciso decir 'qué coños') esconden. Los pelos son sospechosos y encubridores y, como afirma la creencia, al parecer aquellos que se dejan las barbas algo ocultan. De hecho, pueden ocultar ese 'algo' tan bien, que es difícil encontrar. Rechazo los pelos, porque también son una negación de la evolución, del avance, del progreso. La misma naturaleza lo enseña: la evolución humana ha sido acompañada por una progresiva lampiñez. Pero alguien dirá que la naturaleza nos sigue proveyendo de ellos y es verdad, pero también es seguro, como afirman las visionarias investigaciones, que los hombres y mujeres del futuro estarán desprovistos de vellos. Vienen mejores tiempos, eso es seguro (al menos en este sentido), pero por ahora, mientras nuestros genes cambian, bien hacemos en quitar esos rezagos de australopithecus.No me gustan porque son inoportunos, porque desbordan los trajes de baño y se niegan a ocultarse. Son exhibicionistas y no se resignan a permanecer en las sombras y, por lo mismo, son delatores. ¿Cuántas rubias artificiales no han sido descubiertas gracias a una ennegrecida entrepierna? Que lo diga Marilyn, que sus capilaridades destruyeron ese fabuloso engaño que se tornaba en fantasía, cuando se comprobó que las cortinas no combinaban con el tapete. Sí, es un error no tener la capilaridad de una hoja de papel (de esta que lee, si así lo prefiere), porque, seamos honestos, los pelos en áreas non sanctas también son rebeldes, incluso subversivos con su propietario, pues se oponen con firmeza al orden y se dejan al gregario enredo, siempre amenazando con aquello de que la unión hace la fuerza y, en este caso, la unión, se traduce en poderosas rastas. Pues, digámoslo de una buena vez: no existen ni bálsamos, ni acondicionadores, ni rinses para la zona en cuestión. Pero de seguro, quien defiende las bondades de una generosa capilaridad, que convierta cualquier monte de Venus en selva amazónica, dirá que es el vello el que diferencia a una mujer adulta de una impúber y que allí está su encanto. Frente a esto sólo puedo poner a disposición el universal principio boyaco-socrático: "una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa". Y entre tanta cosa, para terminar con el asunto de los pelos en las entrepiernas (masculinas y femeninas), lo último que puedo decir es que funciona como la comida: nada más desagradable que un pelo en la arepa. Perdón, pero a veces como dicen las abuelas, es mejor no tener pelos en la lengua.

4 comentarios:

  1. Ya lo habia leido en El Tiempo, ese Isaza si escribe bien no?

    Ah...y la cosa peluda tambien se le aplica de la misma forma a los hombres!

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  2. Me lo leí todo, largo pero atrapador. Ya veo que lo sacó de "El Tiempo2 ya iba a preguntarle.

    Saludes,

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  3. demasiado interesante, que importa si o copiaste o no... saludos

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  4. Chévere como escribe Isaza y lo importante de que lo copiaste es que dijiste quién lo escribió, de dónde lo sacaste. Eso es respeto y no copia descarada y deshonesta. Bien. :)

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